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La fuerza renovadora del Evangelio

Muchos cristianos buenos solo conocen el Evangelio «de segunda mano». Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo que han podido escuchar de niños a sus catequistas o, más tarde, a los predicadores. Se esfuerzan por vivir su fe de manera responsable, pero no conocen la experiencia de tener un contacto directo con las palabras de Jesús.

En los Grupos de Jesús vosotros tenéis la suerte de poder acercaros juntos a leer, meditar y compartir entre todos el Evangelio de Jesús… Venís a escuchar directamente las palabras de Jesús. Os ayudáis unos a otros a escuchar a Jesús desde vuestras preocupaciones y problemas, desde vuestros interrogantes y vuestras dudas, desde vuestros miedos y esperanzas…

Ese Evangelio que estáis descubriendo es la fuerza más poderosa que tenemos en nuestras parroquias y comunidades cristianas para renovar la vida de la Iglesia. Por eso el papa Francisco nos está invitando a «volver a la fuente para recuperar la frescura original del Evangelio».

Estoy convencido de que los que estáis descubriendo por propia experiencia cómo os está cambiando por dentro el Evangelio de Jesús, pronto lo estaréis contagiando en vuestras parroquias y en vuestro entorno. La Buena Noticia de Jesús nos irá renovando a todos.

José Antonio Pagola, Carta a los Grupos de Jesús (mayo 2016)

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – C (1 Corintios 11,23-26)

Evangelio del 29/may/2016

Publicado por Coordinador Grupos de Jesús

HACER MEMORIA DE JESÚS

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Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.
Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.

La escucha del Evangelio
Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.
Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.

La memoria de la Cena
Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Este es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo».
En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por Cristo, nuestro Señor.

La oración de Jesús
Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.

La comunión con Jesús
Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano».

José Antonio Pagola

 

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