SIN MATAR LA ESPERANZA
Adviento – Ciclo C
Un tiempo de gracia para iniciar una vida nueva
El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos las máscaras –que cada uno tiene– y ponernos en fila con los humildes, para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para pedir perdón a los que hemos ofendido. Así comienza una nueva vida.
Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver a empezar. Nunca es demasiado tarde, existe siempre la posibilidad de recomenzar. ¡Tengan coraje! Él está cerca de nosotros y este es un tiempo de conversión. Él nos espera y no se cansa jamás de nosotros. Escuchemos el llamado de Juan Bautista a volver a Dios y no dejemos pasar este Adviento como los días del calendario porque este es un tiempo de gracia, de gracia también para nosotros, ahora, aquí.
Que María, la humilde sierva del Señor, nos ayude a encontrarnos con él, Jesús, y con nuestros hermanos en el camino de la humildad.
Papa Francisco, Ángelus 4-XII-22 1 Adviento – C (Lucas 21,25-28.34-36)
Evangelio del 1 / Dic / 2024 Publicado por Coordinador – Mario González Jurado evangelio, Pagola
SIN MATAR LA ESPERANZA
Jesús fue un creador incansable de esperanza. Toda su existencia consistió en contagiar a los demás la esperanza que él mismo vivía desde lo más hondo de su ser. Hoy escuchamos su grito de alerta: «Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Pero tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero».
Las palabras de Jesús no han perdido actualidad, pues también hoy seguimos matando la esperanza y estropeando la vida de muchas maneras. No pensemos en los que, al margen de toda fe, viven según aquello de «comamos y bebamos, que mañana moriremos», sino en quienes, llamándonos cristianos, podemos caer en una actitud no muy diferente: «Comamos y bebamos, que mañana vendrá el Mesías».
Cuando en una sociedad se tiene como objetivo casi único de la vida la satisfacción ciega de las apetencias y se encierra cada uno en su propio disfrute, allí muere la esperanza.
Los satisfechos no buscan nada realmente nuevo. No trabajan por cambiar el mundo. No les interesa un futuro mejor. No se rebelan frente a las injusticias, sufrimientos y absurdos del mundo presente. En realidad, este mundo es para ellos «el cielo» al que se apuntarían para siempre. Pueden permitirse el lujo de no esperar nada mejor.
Qué tentador resulta siempre adaptarnos a la situación, instalarnos confortablemente en nuestro pequeño mundo y vivir tranquilos, sin mayores aspiraciones. Casi inconscientemente anida en nosotros la ilusión de poder conseguir la propia felicidad sin cambiar para nada el mundo. Pero no lo olvidemos: «Solamente aquellos que cierran sus ojos y sus oídos, solamente aquellos que se han insensibilizado, pueden sentirse a gusto en un mundo como este» (R. A. Alves).
Quien ama de verdad la vida y se siente solidario de todos los seres humanos sufre al ver que todavía una inmensa mayoría no puede vivir de manera digna. Este sufrimiento es signo de que aún seguimos vivos y somos conscientes de que algo va mal. Hemos de seguir buscando el reino de Dios y su justicia.
José Antonio Pagola